Sabina y Serrat son dos viejos
conocidos de la música y de la cultura hispana. Dos genios que he ido
conociendo en diferentes tiempos: uno me acompañó en la universidad y al otro
lo descubrí después.
Una de las ventajas del insomnio,
una vez asumida la angustia y culpa de no poder dormir, es tener tiempo para “perder”.
Y sí, va en comillas, porque el documental Serrat
y Sabina: el símbolo y el cuate ha sido una deliciosa forma de disfrutar
esta madrugada de verano.
El film de Francesc Relea es un
viaje por América. La gira que realizaron juntos en 2013 los llevó por ciudades
como Ciudad de México, Buenos Aires, Rosario, Lima, Santiago y Montevideo. Una
gira, para muchos tal vez la última, que permite asimilar la importancia de
estos dos tíos en la historia cultural de cada país, un continente que ha
vivido muchos cambios y que tiene en común mucho más que solo el idioma.
Así, Serrat nos cuenta de su tiempo como exiliado en México, de su impedimento de ingreso a Chile durante la dictadura y de su influencia en los cambios políticos de una convulsionada Argentina. Sabina nos recuerda su imagen de chico malo y revolucionario que con su poesía sedujo a diversas generaciones de una América llena de conflictos políticos y revoluciones culturales.
También nos hablan de literatura,
de poesía y de política. Sabina nos recita versos de Vallejo. Serrat saluda con
efusividad a Estela de Carlotto. Nos invitan a cenar y a compartir el asado en
compañía de periodistas, escritores y actores. No exagero cuando digo que he
podido saborear el vino tinto que servía Ricardo Darín mientras me deleitaba
con las historias que contaba Eduardo Galeano en su acogedora casa de
Montevideo.
En cada ciudad hay emoción, camaradería, familiaridad, sonrisas, abrazos y besos. Hay historias y sensaciones que demuestran la grandeza del arte, la importancia de la experiencia, y las ganas de disfrutar la vida. Estoy convencida de que este par de locos tenían que estar en el lugar y momento justo, el tiempo suficiente para ser responsables de un cambio.
Cambio que debe partir de cada ciudadano. Cada uno de nosotros construye un país. Este film es un rápido resumen de la marea política, social y cultural que vivió América en décadas pasadas. Y cómo eso dejó huella en las siguientes generaciones.
Sin embargo, como peruana, me queda una extraña sensación. Sospecho que somos un pueblo que aún no despierta. O que despertó en los ochenta y noventa, pero que ahora se adormece. Vivimos rodeados y regodeados de nuestra propia miseria cultural, política y económica. Al igual que Argentina y Chile, hemos vivido dictaduras militares y tiránicas, violencia y crisis. Y sin embargo, hemos aprendido y crecido poco. La amnesia nos consume y aún no nos levantamos con coherencia, con fuerza, con racionalidad, con argumentos, con pasión, con inteligencia. Perdemos tiempo en discusiones y temas sin sentido que solo adormecen nuestro cerebro. Tenemos tanto pasado y estamos construyendo tan poco futuro.
No es necesario ser artista para crear impacto en una sociedad. Sabina y Serrat, más que compositores y cantantes, son apasionados de la vida, son parte de una generación que no se rindió, que sufrió y luchó, que no se quedó callada y que siempre buscó más. Porque siempre hay más. Porque como dice Serrat, el camino se hace al andar. Y para eso, hay que movernos.